Disparidad 16

Tengo mi computador de vuelta, vamos a ver si me dura la creatividad literaria.
Esta vez acompañado de una ilustración relativamente relacionada.

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Duro es declamar con el cerebro pero seguir percibiendo la inquietud en el corazón. La razón puede decir que ama sin esperar a cambio; el corazón sin embargo tiene algo de egoísta  y declara que cuando da debe, indiscutiblemente, recibir. Es una situación que oprime el buen vivir y lo reduce a mareas cíclicas de calmas engañosas y pensamientos de fuertes oleajes. Cuánto tiene que vivir el ser para darse cuenta de que las cosas no serán siempre como se las plantea. Que la vida es una amazónica jungla repleta de experiencias más ácidas y ásperas que dulces y sedosas. Que hay que afrontar la realidad de los equilibrios, porque mucho de lo bueno todo el tiempo nunca se libera de esa tácita idea de que es una falacia. Uno se enseña a pensar de determinada forma y es absolutamente complicado desligarse de un hábito de pensamiento. La inconsciencia es maestra en la costumbre, la conciencia que intenta romper condiciones no es más que una inocua pluma rozando su muro inquebrantable. Cómo me pido pues a mí misma en sólo unos días, semanas, meses, que me aparte de la idea que para amar tengo que ser amada de vuelta. Cuánto quisiera poder hacerlo, sin más, liberarme de este yugo, la opresión que hace nido en mi pecho y saca llantos de mi rostro. Cómo le pido que no sea consciente de su derecho a ser amado por igual, si ha estado condicionado toda su existencia por las parafernalias de la sociedad. Mi conciencia, mi razón pugna por alcanzar la espiritualidad y pureza del amor desinteresado. El cuerpo , el sentimiento exclama y exige, demanda aquello que en principio se le presenta como meritorio, fantástico, más certero.

Y es terrorífico tener presente tal dualidad, porque no hay manera de traerlas a un consenso mutuo, a un punto en que ambas converjan pacíficamente. No lo existe en tal aspecto; es siempre uno de los bandos el que gana la batalla, pero en suma ambos pierden la guerra y destrozan la escasa cordura que me queda.

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