Hoy, cuando iba en el bus camino a la Universidad, mis sentidos notaron un cambio en el ambiente que veo casi a diario. Una zona verde, adornada con bellos árboles dentro de una empresa cuyo nombre desconozco. Resulta agradable a la vista, la belleza de la naturaleza en contraste con un lugar tan contaminado como la ciudad.
Pero no fue eso lo que capturó mi atención. No, fue el nivel desigual de pasto que se fundía con ese olor tan característico de la hierba que se acaba de cortar. Inspiré hondo, cerrando levemente los ojos, una tenue sonrisa dibujándose en mis labios. Amo el aroma del pasto recién podado. Y luego caí en cuenta de cómo las cosas más ínfimas y las tan aparentemente significantes pueden resultar dando un giro de ánimo tan extraordinario y un cambio al curso del día que es simplemente fantástico.
Durante el resto del recorrido, encontré enlistando mentalmente lo que amo. Hechos «insignificantes», asuntos superficiales, gastronomía atravesada, y de esos que le mueven a una el alma. Me sorprendí de que pudiese decir que amaba tales cosas, y tuve la ansiosa necesidad de compartirlo en alguna parte.
Así que, lectores; absurdo o no, pienso publicar en Twitter estas pequeñas frases que enfrasquen mi amor por algo. Lograré alegrar mi día, y quizá, tan sólo quizás, el de otra persona.
Fernanda